Hoy en día, una mujer en edad fértil avanzada tiene el doble de probabilidad de tener un niño con trastorno del desarrollo que tener gemelos. En la actualidad, uno de cada 75 niños está considerado dentro del espectro autista. La medicina y la psicología convencional están empezando a considerar que existen otros factores, además de los psicológicos y genéticos, que afectan al autismo, haciendo hincapié en la relación entre las enfermedades y la nutrición.

¿Por qué no creer y pensar que hay factores externos que están incidiendo en este aumento de autismo como es el estilo de vida que llevamos, los factores tóxico-ambientales y lo que ingerimos, entre otros?

¿Es que no es nuevo para nuestro organismo (comparado con el siglo XIX): las ondas de los teléfonos móvil, el microondas, los conservantes, la alimentación basada en trigo, leche y azúcar; sumando al estrés y edad avanzada de una madre embarazada, los partos no naturales (cesáreas), la intoxicación por metales pesados, la cantidad de antibióticos que reciben los niños, entre otros, con los que el cuerpo de una criatura tiene que enfrentarse?
Todos estos factores que reciben nuestros niños parecen que afectan en mayor manera al colectivo del llamado ESPECTRO AUTISTA, sumado a que probablemente tienen una vulnerabilidad genética que los predispone a una intolerancia a la leche de vaca, lo que genera un intestino inflamado (el 100% de los niños con autismo sufren de problemas intestinales al haberse realizado biopsias), que alteran al sistema inmune (70% de nuestro sistema de defensa está en nuestro aparato digestivo), llevando a importantes deficiencias nutricionales, que a su vez permite una entrada de toxinas al organismo. También, se caracterizan por tener una baja capacidad de desintoxicación. Todo esto, repercute en el cerebro, especialmente en el cerebelo, que es el encargado de regular las actitudes emocionales y conductas que se ven afectados en el autismo.

Sabiendo todo esto, es lógico pensar que podemos tratar el autismo, que es curable y que es reversible. Y es natural pensar que la manera de hacerlo es “revirtiendo” todos esos tóxicos y trasladar al individuo, en la medida de lo posible, a un entorno alimentario y ambiental menos tóxico.

A raíz de este razonamiento nació la terapia biomédica, que consiste en disminuir la entrada de tóxicos al organismo y tener una alimentación óptima y suplementada. Centrándonos en la dieta, que es lo más fácil de controlar, debemos recordar que genéticamente estamos hechos como los cavernícolas. Solo tenemos un 1% que nos diferencia. ¿Qué comían los cavernícolas? Pues, vegetales, tubérculos y proteínas animales.

Entonces, dentro del contexto de enfermedades y la nutrición así como de la terapia biomédica, tratamos de llevar una alimentación similar a la que se usaba en el paleolítico, disminuida en lácteos, azúcar, gluten (trigo y otros cereales) y alimentos procesados. Llevar una alimentación más natural.

Con la alimentación desintoxicamos el cuerpo, se aplica la terapia biomédica y comprobamos que si hay solución, que el autismo, es curable, reversible y tratable. Para mayor información puedes contactar con nuestras amigas de Nutriwhite.

Articulo realizado por nuestra colaboradora: Lic. Andreina White de Nutriwhite (Master en Inmunología y Metabolismo, especialista en trastornos digestivos)
Nutriwhite: Especialistas en inmuno-nutrición: Identificamos sensibilidades alimentarias y diseñamos una dieta para cada quien. Tratamos cualquier trastorno relacionado con el sistema digestivo, inmunológico y metabólico.)